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miércoles, 23 de enero de 2013

Una Cita Mojada 3


Son cabañas individuales, separadas unas de otras por pequeños vallados salpicados de hierba fresca. dentro una chimenea encendida nos da las buenas noches.
Nuestras respiraciones están tan agitadas como nuestros cuerpos  vamos derechos hacia la cama y caemos juntos.nos sonreímos y nos besamos. mientras sus labios juguetean traviesos con mis pezones a través de la delgada tela de mi blusa. Me susurra al oído mientras desciende besándome el cuello, sus besos han cogido intensidad acaparando mas piel, como si quisiera succionarla. Por momento da leves mordiscos en mi cuello y se aprieta mas a mí, mientras juega con mi pelo. Su boca sigue descendiendo lentamente, rozando mi clavícula con los labios, lo que hace que sienta un estremecimiento en mi sexo y me humedezca más aun. Noto que siente mi humedad caliente con su pierna a través de la tela de su pantalón. De pronto una de sus manos parece desesperada por sacar uno de mis pechos de su escondite mientras la otra viaja por mi espalda en busca de mis cachetes que a su tacto se contraen. Su boca bucea en mi escote, encuentra uno de los botones, pero con su lengua y dientes liberan el primer botón, y así sucesivamente los tres botones restantes mientras sus manos no dejan de tocarme la espalda, e intentan introducir una de sus manos por dentro de mi falda y tocar el final de mi espalda. En un abrir de ojos jugueteando con sus dedos me tiene liberada de mi sujetador. Desliza su lengua bajo el bode del sujetador y yo me agito incontroladamente, siento unas ganas enormes de que me posea me incorpora y me quita la blusa y el sujetador dejando mis pechos liberados desafiando la gravedad y agitándose bajo mi respiración agitada.
Yo acaricio su pecho y lentamente desabotono su camisa, algo nerviosa, después paso los dedos por sus músculos pectorales, y le quito la camisa. Nos abrazamos y es cuando el contacto de nuestra piel nos acelera más aun. Nos besamos como locos, nuestras lenguas bailan en  nuestras bocas.
Nuestros cuerpos están entrelazados mientras nos besamos y sentimos la humedad de nuestra piel. El está sobre mi y eso hace que mi sensación de su cuerpo sea aun mayor cuando noto su pene que pugna por salir y yo lo percibo. Haciéndome desearle aun mas cuando le siento pegado a mi sexo aun prisionero bajo la ropa y deseando de sentirle. Sin darme cuenta mi cuerpo se arquea para poder sentirle aun mas, el me mira y me sonríe, parece que eso le gusta porque  empieza a mordisquear mi cuello y a bajar hasta mis pechos y dejándolos mojados de saliva. Yo le busco casi con fiereza desesperada cuando siento como se mueve y restriega su bulto entre mis piernas. Baja mis manos y en un movimiento sube mi falda a mi cintura, desata mi liguero y tan solo me deja con el tanga. Me muerde los pezones con fiereza y yo no puedo dejar de gemir. En un arranque de deseo me aparto de él y me quito la falda. Salto sobre él, me coloco sobre él y froto mis pechos contra su pecho y siento tu pene duro pegado a mi vientre que se siente atrapado. Empiezo a besar tu pecho, tus pezones con la punta de la lengua dibujo en ellos, y siento como te escitas bajo mi peso. Sigo bajando llego a tus pantalones, los desabrocho, te los quito con ansia deseosa de liberarte. te miro disfrutando de la vista, me gustaría estar más tiempo admirando tu cuerpo, pero mi deseo va mas allá, deseo usarlo, hacerlo mío. Sentirle en mi.
continuara...

Isaboa

Una Cita Mojada 2





Hemos cogido un taxi, pero él ha dado la dirección de un motel en la periferia de la ciudad. En el taxi no dejamos de comernos la boca, es como si estuviéramos desesperados por estar a solas, tanto que dejamos a un lado la idea de que el taxista puede estar mirándonos y empezamos a tocarnos.
Vas derecho a mi blusa y desabrochas un par de botones para dejar el canalillo de mis pechos al aire. Metes la mano por mi blusa y llevas tu mano a mi hombro, deslizando un poco el tirante de mi sujetador. Me confiesas al oído que hace tiempo que no tocas una piel como la mía, de seda, tan dulce y suave. Mi mirada se clava en tus ojos, el deseo me inunda, tú te separas un poco de mí y me miras y tu mirada resbala por mi piel, miras mis pechos voluminosos que ya están coronados por dos pezones anchos y duros por la excitación del momento. Me dices, deseo besarlo y te acercas a mí de nuevo rozando la comisura de mi sujetador con tus dedos. Tus manos comienzan a explorar mi cuerpo, muy, muy despacio, rozándolo delicadamente, como si temieras poder estropear mi cuerpo con tus caricias. Lo recorres entero, descubriéndolo y adorándolo, para finalmente venir a detenerte sobre mis pechos, metiendo tus dedos bajo mi sujetador que ya anda medio bajado, acariciándolos más intensamente y pellizcando y apretando suavemente entre las yemas de tus dedos mis duros pezones. Yo toco tu pelo y acaricio tu cuerpo acariciando tus hombros, tus bíceps, tu pecho, tu vientre, y continuó mi descenso hasta llegar a tu sexo. Me encuentro con tu pene, erecto, duro, ardiente de deseo, Con delicadeza empiezo a acariciar lo con la palma de la mano, sintiéndolo quemarme la piel. Me introduces la mano bajo la falda que al ser corta y con nuestros movimientos apenas tapa ya nada, dejando al descubierto mi ligero, y mi tanga blanco. Deslizas tus dedos hasta mi tanga y me acaricias mi sexo por encima de él, mientras yo no puedo de dejar escapar un gemido sin percatarme de que el taxista no deja de mirar por el retrovisor.
Oímos carraspear al taxista que nos indica que hemos llegado a nuestro destino. Rápidamente nos colocamos la ropa, pagamos la travesía y nos dirigimos al motel.

Continuara…

Dama de Hielo