Hace poco estuve de baja debido a
una lumbalgia, lo pase verdaderamente mal. Apenas podía moverme de la cama al sofá
y algún rato a la silla. Pero lo pase muy mal. Cuando me recupere, mi doctora
me recomendó ir a un masajista. Yo por mi zona solo conocía a una mujer que
daba masajes pero que por su corpulencia
tan delicada no me hacía sentir cómoda y a un chico que la verdad no me parecía muy profesional. Fue entonces cuando me acorde de que tenía
una tarjeta guardada de un masajista que me recomendó una amiga una vez que me había hecho un esguince pero
al que al final no llegue a ir por miedo al dolor y porque con el reposo y lo que me mandaron curo rápidamente.
Busque la tarjeta y me dispuse a llamar para pedir cita. Me cogió el teléfono
una señorita y me dio cita para tres días después, antes era imposible estaban
todas las horas cogidas, y tenía que ser a última hora ya que al no saber cuál
era mi lesión no podía calcular el tiempo que debería de emplear en mi el
primer día. Me dio cita para el jueves a las 8 de la tarde.
Llego el jueves y ya por la tarde
en mi apartamento después de darme una buena ducha que me hizo sentir muy bien después
de mi jornada de trabajo me dispuse a vestirme, pero no sabía que ponerme. No
era plan de ir en chándal, soy una mujer coqueta y además no sabía cómo sería el masajista. Podía ser mayor con lo que ir provocativa estaría mal y si era joven casi sería
peor pues pensaría que trataba de filtrear con él. Por lo que al final me decidí
por ir cómoda pero femenina y algo sexi. Me plante una ropa interior cómoda
pero muy femenina. De algodón en color bison con algo de encaje. Unos leguis color
café y un jersey de media manga y de cuello alto en color beis zapatos beis de tacón
de punta redonda. Me deje el pelo suelto pero recogido con una diadema de goma
beis, me perfume, algo de maquillaje suave y natural y andando para allá.
Siempre me han gustado los
masajes corporales. Me encanta tumbarme sobre la camilla abandonándome a los
sensuales placeres de unas manos recorriendo tu cuerpo, relajándolo,
tonificándolo. Iba por las lumbares, pero hubiera ido igualmente por el placer
del masaje en sí.
Al llegar la recepcionista me
tomo nota y me hizo pasar a una habitación, la habitación no era como me la
hubiera imaginado, como otras a las que había ido. Aquella era más grande de lo
normal, las pareces estaban pintadas en estuco de un color crema y en los bajos tenía algo que imitaba a la
piedra y le daba un ambiente tipo zen, allí había una camilla, varias estanterías
y mesitas auxiliares con cremas y aceites, todas ellas en madera , se estaba
quemando incienso y se escuchaba una suave melodía con un fondo de agua. A un
lado había un biombo en madera y papiro precioso. Y detrás una estantería con
toallas blancas y color tierra. Me puse
a imaginar lo que me costaría el masaje allí,
pero ya estaba hecho y bueno un día es un día. La pinta era buena y el lugar
muy acogedor. Estaba pensando en eso cuando al momento oí abrirse la puerta y al girar la
cabeza vi entrar a uno de los hombres más sexualmente atractivos que había
conocido nunca. Alto, moreno, con unos ojos verdes impresionantes y una sonrisa
cautivadora. Iba completamente vestido de negro, con una camiseta ajustada que
dejaba adivinar un pecho ancho y poderoso, los pantalones largos elásticos que llevaba, igualmente negros
dejaban imaginar unas piernas fuertes y musculadas, en la entrepierna se veía
el bulto de su “paquete”, que, en principio, parecía nada despreciable.
Lo más atrayente de él era, como
ya he dicho, el magnetismo sexual que se desprendía de todo su cuerpo. Fue tan
grande el impacto sexual que me produjo que me sentí vagina se humedecer .Al entrar me
preguntó: “¿La señora se dará un masaje corporal completo o viene por algo en
concreto?”, a lo que respondí, con un hilo de voz para no dejar traslucir el
deseo que se había apoderado de mi persona, que iba por lo de la luxación, que él me diera el
masaje que creyera mas conveniente. Me dijo que fuera a quitarme la ropa detrás
del biombo, que me quedaran ropa interior si me sentía mas cómoda. Que tenía
que ver qué tipo de lesión tenia para saber que masaje necesitaba. Se acerco a
la puerta y con ella abierta me dijo:
cuando esté preparada póngase boca abajo en la camilla, ahora regreso.
Y allí me quede toda nerviosa y
en un estado alto de sensualidad imaginando sus manos en mi piel. Me desnude y
me quede en ropa interior. Me coloque en la camilla y espere. El no tardo en
aparecer, traía una bolsa en una mano y una botella de lo que imagine seria algún
aceite en la otra.
Se acercó a la camilla y con toda
naturalidad me desabrocho el sujetador y
me bajo los tirantes a un lado. Al sentir sus manos sentí un escalofrió de deseo
recorrer todo mi cuerpo y como aumentaba la humedad entre mis piernas.
continuara...
Isaboa
continuara...
Isaboa
Seeeeeeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarHola Isaboa... con razón estabas ausente! =)
mmm esa espalda, creo que tiene para largo...
mamita, has vuelto con todo y en la primera parte, antes nos dejabas esperando la segunda =)
Te deseo una bonita noche
hasta prontito =)
Vaya, vaya con el masajista y la paciente, ¡qué barbaridad!, menos mal que no me van los hombres, porque ésto es muy calentón y picante. Buena escritora erótica y sensual. Un abrazo
ResponderEliminarEXELENTE,ME GUSTA
ResponderEliminarEXELENTE CITIO
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